jueves, 22 de octubre de 2009

A Umberto Eco

Con todo respeto:

A Umberto Eco y su “Lector in fábula”.

Su hermenéutica:

Por tu culpa... por tu grandísima culpa”

Leyendo con estupor estas líneas

cual Quijote vigente enloquecí

mientras él solo de caballerías

de estructuras y mundos yo lo fui.

Después de estudiar esta profunda obra, llegué a comprobar que tengo mi estructura ausente, y a la vez mi opera aperta, producto de mi propio mecanismo perezoso que ha plagado de espacios en blanco mi mente, además de la plusvalía de mi movimiento cooperativo en la etapa de la actualización de contenido como lector modelo y en mi mundo posible de la isotopía y la hipercodificación ideológica.

Por eso mi previsión terminó siendo como un mundo amueblado (aunque alguien sostenga que la literatura es siempre mentirosa) y que esto sea una verdad necesaria en una matriz de nuestro mundo de referencias.

Por ejemplo en Una noche en Casablanca un hombre elegante (blanco) con chaqueta blanca estaba sentado en el Rick´s Bar, y le dice al pianista, un negro (con chaqueta negra), -fijarse en el simbolismo y a su vez el target- “tócala de nuevo Sam”; pero como el hombre se identifica con su referencia que es a la vez diádica y simétrica, no podemos interpretar plenamente si “tocar” se refiere a la canción cuyas últimas notas todavía resuenan en el bar o a la rubia, que referencialmente está buenísima.

Si miramos esto desde las estructuras ideológicas, o sea, los juicios de valor, es bueno desde el punto de vista del hombre con chaqueta blanca, y mucho más para el negro con chaqueta negra, pero a su vez es malo desde el punto de vista del esposo de la rubia.

A continuación nos vamos a referir a los Capítulos Fantasmas. Contamos para ello con el ejemplo de la película de la pareja que se besa, y luego se ve caer las hojas del calendario, y por último vemos una cuna. Aquí las hipótesis se ponen bajo la presión de la intertextualidad. Lo que pasa es que las hojas de calendario significan un espacio vacío en el que en realidad se filmó una película erótica casi pornográfica y de extraordinario realismo sexual.

Acá en el modelo verificamos la diferencia fundamental entre trama y fábula. La película con las hojas de almanaque es lo que llamamos trama. Sería fábula si se le incorporasen las partes omitidas, o sea todo el curso de los acontecimientos ordenados temporalmente. Pero para ello, al completarla, usamos la cooperación interpretativa.

En ese caso construiríamos la categoría de mundo posible lleno, desde lo semiótico y /o desde lo real. Desde el texto o la imagen y/o desde la protagonista con sus cambios biológicos.

Ese es el tacto que se emplea cuando a los niños ya avivados se les dice “es que Juan entró en Paris”, y no es el sentido en que se dice Juan fue a París y se aloja en un departamento en la Torre Eiffel.

En nuestro mundo la Torre Eiffel no tiene departamentos, donde el lector -antes de solicitar la internación del emisor en un instituto neouropsiquiátrico- hará las previsiones acordes con el texto que ya le ha proporcionado acerca del mundo que debe esperar.

El mundo narrativo de hoy está amueblado con un número limitado de individuos y propiedades. Si la Caperucita Roja pensase en un mundo posible donde los lobos hablasen, el mundo efectivo sería el suyo, donde los lobos hablan.

Sin embargo la Caperucita de hoy no solo sabría que el que estaba en la cama era el lobo, que maravillosamente tiene la capacidad del habla – que por casualidad es lo que diferencia al hombre de los animales- sino que sobre seguro tendría un proceso penal por perversión sexual a un animal de la naturaleza en peligro de extinción, y que se consideraría como agravante el hecho que el pobre animalito de Dios, solo pretendía comérsela en el sentido nutritivo del término.

El mundo real es una simple construcción cultural, y si como vemos la cultura está en completa decadencia, inferimos que el mundo real es una construcción decadente. Y a su vez es un mundo de referencia, y también un mundo posible. ¿ Por qué por ejemplo como el hombre del medioevo no podemos creer en el unicornio? Cuando vemos que hay tantos humanos que en un constante proceso de descalcificación nos les crecen los cuernos, porqué no creer en la existencia del unicornio que en definitiva no sería más que un animal con un solo cuerno. Digamos un rinoceronte cuasi mágico. ¿Acaso los milagros ya no se dan más en éste mundo posmoderno? ¿O como Marguerite no podemos creer, que desde el momento que creemos algo, lo imposible se vuelve posible? Es el caso de la fabula in fabula donde podemos tomar los propios deseos por la realidad. “Ya sabes que las mujeres son animalitos que razonan así” nos dice el autor con exquisito refinamiento, porque las enciclopedias suelen vengarse de quienes las ponen en tela de juicio.

Veamos ahora el Topic: El tópico textual determina la estructura mínima del mundo en cuestión.

Es el caso del Gran Hermano. Allí hay un grupo de jóvenes que se van destruyendo paulatinamente utilizando la lengua como su instrumento en toda su plenitud. Preexiste una posibilidad de un mundo donde a sus habitantes, por alguna razón , no consideramos que sean humanos. Pese a ello los componentes han llegado a una perfecta comunicación empleando no más de ciento cincuenta palabras, y podemos reducir su semántica el adjetivo boludo, muchas veces en un amplio sentido sustantivado. Nos encontramos entonces ante una verdadera isotopía, si la definimos como un conjunto de categorías semánticas redundantes. Es el caso en que el perro ladra o el comisario ladra, aunque aquí consideramos que hay un solo clasema, pues pareciera que todos los integrantes ladraran por las dificultades en que nos encontramos los receptores para poder entenderlos.

Un mundo en el que a su vez, explícitamente hay niñas que aprietan a los muchachos como a un gusano, en un cambio de roles muy acentuado.

En ese mundo, aparece en forma externa, el comentario de una suegra que piensa que su yerno, al mismo tiempo se caracteriza por el hecho no serlo (estructuralmente informulable), o acaso producto de un casamiento, que como algún automóvil, está un poco flojo de papeles.

Pregunto. ¿No estaremos llegando quizás a una economía del lenguaje, donde lo gestual, lo táctil, lo sexual, no remplace definitivamente a lo léxico, al discurso comunicativo? Ellos por lo menos tienen a su favor que en este discurso no utilizan la técnica de la intertextualidad canónica, tan usada por los escritores actuales, que no tienen el menor reparo en recibir premios nacionales e internacionales por textos simplemente plagiados, utilizando como justificación ilustrada, una interpretación maliciosa de la Teoría Literaria.

Por todo ello ¿No estaremos ya en condiciones de considerar que la semiología no es una ciencia y tampoco un metalenguaje? ¿No habrá llegado quizás la hora de desaprender las creencias que uno ha atravesado? (1)

Dejo esto a la consideración de mis compañeros, estudiosos y futuros profesionales de la lengua y de literatura, quienes van a tener que lidiar, no solo con los ejemplares infrahumanos del tipo Gran Hermano, sino por otro lado con los intelectuales descarados devenidos en viles ladronzuelos, que cuentan con el amparo teórico de una semiótica que fue cuestionadora y ahora es cuestionada.

Ese será un mundo posible en el que yo afortunadamente, por causa de mi realidad cronológica, tal como Moisés no entraré en él. (2)

Luis María Ferreira Prado

26 de febrero de 2007.

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1, 2: Roland Barthes. El placer del Texto- Lección inaugural. 2003, Siglo XX!. Bs.As