lunes, 12 de octubre de 2009

El café de Marcos

EL CAFÉ DE MARCOS

INTRODUCCIÓN

Frente a la Librería del Colegio, fundada en 1785, en la esquina de las céntricas de la Santísima Trinidad (actual Bolívar) y San Carlos (actual Alsina), en el ángulo nordeste y haciendo cruz con la Iglesia de San Ignacio de Loyola, un nuevo café acababa de inaugurarse en la Buenos Aires colonial de las calles pantanosas, casi intransitables, donde se encajaban hasta los ejes las carretas, de las casas bajas y los patios aromados con perfumes de flores fragantes.

Este jueves 4 de julio de 1801, previa información en el Telégrafo Mercantil, de Cabello y Mesa, que comunicaba que don Pedro José Marco era propietario de ese moderno salón porteño (1), los elegantes jóvenes de la época, que usaban levita y galera, encuentran un negocio que en su cartel anunciaba: Villar, Confitería y Botillería.

Al ingresar deseosos de conocer la nueva tertulia porteña, en el fondo, luego de un espacioso salón con mesas fuertes y seguros bancos, divisan dos villares, lujo casi desconocido en la época donde los demás cuentan generalmente con uno. (El café de la Victoria, su competidor principal contaba también con dos mesas).

Además algo inusitado, para los días de lluvia, frecuentes en la húmeda ciudad, un coche de cuatro asientos se alquila a los parroquianos para el regreso a sus hogares. Y lo máximo en sofisticación, la bebida fresca, gracias a un sótano que la mantiene en ese estado durante el tórrido verano.

La aprobación fue unánime, significaba nuevos tiempos para la ciudad porteña que los acontecimientos políticos posteriores ayudarían a acentuar.

Una de las anécdotas más destacadas referidas al café es la de su nombre: Unos lo denominan Marcos (como José Antonio Wilde), otros Marco (como Jorge A. Bossio), Para Miguel Cané era Mallco, para José Luis Buseniche Malco y no faltó un inglés que lo denominara Café de San Marcos. Nosotros retomando la tradición oral y escrita, lo llamamos Café de Marcos.

EL CAFÉ DE MARCOS Y LOS ANTECEDENTES DE LA REVOLUCION DE MAYO DE 1810

El Café de Marcos fue adquiriendo popularidad durante los años anteriores a los acontecimientos de Mayo de 1810. Sucesivas generaciones de porteños iniciaron su paso por la política concurriendo a la diaria polémica de su salón.

El 1º de enero de 1809, hace crisis el enfrentamiento entre el Virrey Liniers, acusado de connivencia con Napoleón Bonaparte, y el partido español, encabezado por Álzaga, quien planeaba la revuelta y se amotinó, teniendo como centro de acción “La Botica del Colegio”, frente al Colegio de San Carlos y cerca del Café de Marcos. Fue aliado circunstancial en esta intentona Mariano Moreno, a quien no podemos instalar como concurrente asiduo a este café.

Las autoridades decidieron clausurar el Café de Marcos y detener a su propietario. Por eso podemos decir que este local había trascendido los límites meramente comerciales, para ingresar en la historia del quehacer nacional.

El castigo que impuso el virrey a los conjurados de Álzaga fue duro: los mandó confinados a Carmen de Patagones, en el límite de la frontera con los indios, de donde los rescató el virrey Elío.

Tras ser liberados por el bergantín Hiena, de la Armada española, cantaban desde la cubierta la siguiente estrofa, según nos relata Enrique de Gandía:

Aunque se rompan los sesos

allá en el café de Marcos,

no evitarán que sus barcos

zozobren o sean presos

La República Argentina,

agote del Famatina

ese mineral tan vasto,

que a pesar de tanto gasto

no puede tener marina.

La copla nos refiere, que los porteños concentraban su actividad en el edificio del Café de Marcos. Lo cierto es que es en esa esquina es donde destilan sus pasiones revolucionarias, los patriotas como Castelli y Monteagudo.

Estas salas de pasatiempo fueron para aquellos jóvenes, paradigma del tipo de persona decente, que luego encarnaría el futuro partido morenista, (germen de los futuros unitarios) perorando sobre teorías en boga que luego harían eclosión en las jornadas revolucionarias de Mayo de 1810.

Nunca mejor ejemplo que el de los representantes de la juventud dorada, French y Beruti, estos jóvenes chisperos, ("dos agitadores, subalternos") quienes haciendo punta en la muchedumbre apiñada en la plaza del 25, confeccionaron la lista revolucionaria de la Primera Junta y obligaron al Cabildo a aprobarla.

EL CAFÉ DE MARCOS LUEGO DE LA REVOLUCION DE MAYO

Para la generación de Mayo fue tal la importancia del Café de Marcos, que en él siguieron reuniéndose los miembros del partido morenista. Fue una tribuna de doctrina, muchas veces en contra de la opinión de la mayoría oficial del gobierno de turno.

Cuando la renuncia de Moreno y su alejamiento de Buenos Aires, como expresión de esa disconformidad con el nuevo rumbo del gobierno, y de la oposición a la Junta Grande, con Saavedra y el Deán Funes como cabezas del nuevo régimen, los morenistas organizaron un club, denominación entonces de una asociación o partido político, de tendencia Jacobina, con pretensiones de curadores de la revolución, inflexibles ante el avance de los fueros de interior, que provocaban el avasallamiento de los principios democráticos encarnados en la Primera Junta de Gobierno.

No hay que olvidar que desterrado Moreno, ausentes Castelli y Belgrano, recientemente fallecido el Presbítero Manuel Alberti (el 31 de enero de 1811, luego de una tumultuosa discusión en el Fuerte la noche anterior con el Deán Funes), el partido Morenista había quedado en absoluta minoría.

Organizadas las bases del club, realizadas las reuniones preparatorias, se circularon invitaciones, y a fines de febrero o primeros días de marzo de 1811 quedó instalado. La convocatoria señalaba como lugar de reunión el Café de Marcos.

Asistió numerosa concurrencia de civiles y algunos militares de los regimientos Estrella, (llamado también América y cuyo jefe era Domingo French), y Fernando VII.

Entre la algarabía de gritos entusiastas, se expusieron los fundamentos de la reunión, mientras los concurrentes ostentaban lazos azules y blancos, en ese momento distintivos morenistas.

Recordemos que cerca del Café de Marcos en la botica ya nombrada solían hacer tertulia partidarios de España, encabezados por Álzaga, y a sólo cincuenta metros y en la acera opuesta, donde funcionara el Colegio Carolino, (Actual Colegio Nacional Buenos Aires), se alojaba entonces el regimiento de Patricios, reducto de saavedristas, enemigos políticos de la juventud que se reunía en el café.

Nuevamente la geografía porteña aproximaba a las tres corrientes políticas de la época, que luego se enfrentarían derramando ríos de sangre, marcando a fuego la historia Argentina.

La instalación del club y sus actividades alarmaron al gobierno. Reunida la Junta Grande, se autorizó la detención de los concurrentes al club y un centenar de muchachos de familias acomodadas fue llevado al fuerte para ser interrogados en una averiguación que realizaron los mismos miembros de la Junta, sobre sus actividades.

El apoyo disimulado de los vocales morenistas, durante el interrogatorio, diluyó las posibles consecuencias de la detención, y al caer la tarde salían en libertad, abrazándose y promovieron un disturbio callejero al grito de ¡Al café! ¡Al café! (2) Y, entonando una canción en boga, marchaban hasta la esquina de San Ignacio, y se hicieron servir copas de aguardiente, desde luego francés.

No todo sería tan inofensivo, el club se transformó en una sociedad Patriótica con doce conspicuos dirigentes, entre los que figuraban Julián Álvarez, cuya logia masónica apoyaba a la nueva entidad, y Domingo French, como el jefe militar.

Mientras tanto la suerte en los campos de batalla era adversa para la revolución. Perdido el Paraguay por la derrota de Belgrano, en situación incierta los ejércitos en la Banda Oriental, sucedió que la primera flotilla naval organizada por la revolución era en esos precisos momentos, completamente derrotada en el combate de San Nicolás.

La resolución de la junta que ordenaba el confinamiento de los españoles europeos solteros, fue bienvenida en aquella sala de pasatiempo, porque sirvió de pretexto para arreciar el movimiento de oposición.

En el referido Café de Marcos se pronunciaban fogosas arengas para defender a los futuros confinados... Firmáronse súplicas en defensa de los españoles y se logró que fuera suspendido el cumplimiento del decreto.

Posiblemente esta actitud de la juventud morenista provocó una reacción adversa entre aquellos que veían a la junta y a su presidente trabados en su acción por dos o tres vocales de Moreno y por los jóvenes bullangueros del Café de Marcos, y respaldados en la fuerza popular de los arrabales, unos mil quinientos "orilleros" conducidos por un alcalde suburbano, Tomás Grigena, en la madrugada del 5 y 6 de abril se concretó la primera crisis, con explícitas violencias dentro de la revolución. (6)

Como jefes visibles del movimiento aparecieron el coronel Martín Rodríguez, partidario de Saavedra, y el doctor Joaquín Campana, quien era amigo del Deán Funes.

Se comenta que Saavedra se mostró extrañado ante el movimiento popular, que reunido frente al Cabildo, exigiera que el Presidente de la Junta retomara la plenitud del mando militar. Se pidió también que se expulsara de la Junta a algunos miembros considerados morenistas - aunque no lo fueran- y que algunos de los miembros del club con sede en el Café de Marcos, como French, Beruti y otros, fueron confinados.

Asimismo se exigió un riguroso juicio a Belgrano, considerado responsable del desastre de la Expedición al Paraguay.

Algunos autores comparan esta extraña maniobra con el 17 de octubre de 1945, sobre todo por la participación de los "orilleros", llamados en esta última revuelta en forma despectiva “cabecitas negra” o “descamisados”.

Creo que es importante hacer notar lo que dijo Bartolomé Mitre:

"Ésta es la única revolución de la historia argentina cuya responsabilidad nadie se ha atrevido a asumir ante la posteridad, a pesar de haber triunfado completamente; y ésta es la condenación más severa que pesa sobre la cabeza de sus autores".(4)

Creo ver en éste golpe, el comienzo de los males que luego asolaron a nuestra patria, delineándose hacia el futuro con las dos importantes tendencias políticas que llegaron en algunos casos con sus consecuencias hasta nuestros días. Los unitarios y los federales.

EL MOTIN DE LAS TRENZAS. LA ULTIMA CENA

Fue le glorioso Regimiento de Patricios, instalado en el predio del Colegio de San Carlos, a cincuenta metros del Café de Marcos, el escenario del primer episodio de grave indisciplina y de penosas consecuencias que registra la historia del ejército argentino.

Denominado como figura en el título, la tradición lo atribuyó a una orden del gobierno que suprimía las trenzas en el peinado de la tropa.

En verdad la causa fue el pedido de relevo de los jefes designados recientemente: el coronel Manuel Belgrano y el teniente coronel Ignacio Perdriel, consecuencia de no resignar el abandono del poder por parte del grupo saavedrista que en septiembre de 1811 lo tuvo que entregar al Triunvirato.

Reducto de este partido, los soldados de Regimiento se prestaron a actuar esperando arrastrar a otros cuerpos de la guarnición. No fue así, y una corta escaramuza de 14 minutos, bastó para rendir las armas y caer prisioneros 340 insurrectos con un saldo de 8 muertos y 35 heridos de los efectivos leales, sin contar las bajas propias que no fueron reveladas oficialmente.

El sumario fue acelerado y en atardecer del 10 de diciembre fueron sentenciados a degradación y once cabecillas a ser pasados por las armas y puestos a la expectación pública. Uno logró fugar y los 10 restantes de los alojó en distintos calabozos, gozando del privilegio de una última cena.

De una fonda cercana se trajeron las viandas, alternadas con seis botellas de licor, otras tantas de jerez y el chocolate que proveyó el Café de Marcos que como ya sabemos, se encontraba en la esquina. (4)

Como siempre sucede pagaron la culpa sargentos y soldados, mientras los verdaderos instigadores, superando indicios y denuncias, no fueron sancionados.

Por otra parte el gobierno aprovechó la revuelta para expulsar de la capital a los diputados de las provincias.

EL MOTIN DE ALZAGA

El 30 de junio de 1812, ocupó nuevamente el Café de Marcos un lugar preponderante en la política argentina. Se anunció en Buenos Aires que había sido descubierta una conjura dirigida por Martín de Álzaga y encaminada a derrocar el gobierno.

El mismo Monteagudo, cuyo espíritu fogoso inflamó las mentes de aquella noche, cuando el Triunvirato buscaba a Álzaga, se encaramó en una mesa del café y entonando la voz de tribuno lanzó su desafío a la lucha:

-¿Perder la vida? Cinco veces la he salvado del conflicto de la muerte, y yo no deseo existir mientras mi Patria esté envuelta en el oprobio...

El complot fue rápidamente abortado y el Triunvirato procedió con tan implacable rigor, que hizo ejecutar a cuarenta personas, y sus cuerpos fueron colgados por varios días en la plaza Mayor, hasta entrar en estado de putrefacción, para aumentar el espectáculo terrorífico.

EL CAFÉ DE MARCOS EN LA EPOCA DE ROSAS

Por los años del Restaurador el Café de Marcos pertenecía a Don Francisco Munilla (1), hombre muy jovial y amante de la música, por lo que había colocado un piano en un ala del negocio.

A partir de ese momento empezaron a reunirse allí una serie de jóvenes amantes de la música, y el joven propietario organizó una serenata que por muchos años quedó en el recuerdo (2).

Corrían los difíciles años de 1836, cuando una noche fue tanta la algarabía que decidieron compartirla con el resto de la ciudad, haciendo una serenata ambulante. Para que fuera inolvidable se convino que no fuese con guitarras, sino con piano.

Relata uno de los participantes, José Antonio Wilde que "nacer la idea y llevarlo acabo, fue una sola cosa. Con la celeridad propia de la edad de las ilusiones, sea cuerdo o descabellado se resolvió que esa misma noche tuviese lugar la serenata, se convino en las piezas que debían cantarse o porquién, arreglándose, por fin, todos los detalles. La noticia, como es de suponer, se propagó rápidamente, esparcida por los mismos participantes y por los numerosos concurrentes del café. A las doce de una noche hermosa de verano, templada y de luna, cruzó el umbral del antiguo café de Marcos el piano, levantado en alto y como en triunfo por dos robustos brazos de cuatro changadores; seguidos de otros cuatro pronto para relevarlos, y de sirvientes con la música, atriles, faroles, etc. Acordonados en ambas veredas de toda la cuadra, esperaban Más de trescientos acompañantes, que la curiosidad había agrupado allí.

Cuenta que la primera casa, a unas cuadras, era fundamental para el pequeño concierto, la de Manuelita Rosas. Por suerte la serenata fue muy bien recibida, y allí partió hacia las casas familiares de cada uno de los que tomaban parte activa en este nuevo mundo de dar música.

Esa noche - además de Wilde- Fernando Oyuela y José María Cabral, entre otros, cantaron toda la noche. Fue tal la alegría que desde una casa de altos fueron acompañados por otro piano a través de las ventanas abiertas. (1)

EL FIN DEL CAFÉ DE MARCOS

El Café de Marcos, sobrevivió setenta años azarosos de nuestra historia patria, participando siempre en los principales acontecimientos políticos y sociales. De la revolución a la organización, Buenos aires dispuso a través de esta institución privada, de una tribuna de doctrina y de ilusiones, mucho más importante que sus primitivas funciones de lugar de esparcimiento.

Sin embargo el paso del tiempo cambia las costumbres, y el nacimiento de los clubes sociales, como por ejemplo el Club del Progreso, marcó su decadencia.

En el 1871, la fiebre amarilla asoló la cuidad, y las familias patricias sobrevivientes se trasladaron a la "Banda del Norte". Ello fue el fin de nuestro recordado Café de Marcos.

Sea pues estas modestas líneas un recuerdo y un homenaje de un descendiente de la familia de los fundadores del negocio, pleno de orgullo patrio por un establecimiento comercial que trascendió sus umbrales para ubicarse en la historia de la nación.

Luis María Ferreira Prado Florida, 4 de septiembre de 1999.-

Notas y Bibliografía:

1. Los Cafés de Buenos Aires

Reportaje a la Nostalgia

Jorge A Bossio

Editorial Plus Ultra - 1995

2. La Pequeña Aldea

Vida cotidiana en Buenos Aires

1800 - 1860

Raquel Prestigiacomo - Fabián Uccello

EUDEBA

1ª Edición. Mayo de 1999. Pág. -54-

3. Nueva Historia de Argentina

Gustavo Gabriel Levene

Editorial EPUYEN SRL - 1984

Tomo II Cap. 10. - pág. 187

4. Historia de Belgrano

Bartolomé Mitre

La Nación

Tomo I - 1902

5. Historia Argentina

José Luis Buseniche

Solar / Hachette

Cap. XIII pág. 316

6. Historia Integral de la Argentina

Félix Luna

Grupo Editorial Planeta

Tomo I Pág. 417

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